Teléfonos que cuando llamen, den sólo buenas noticias.
Correspondencia comercial selectiva, que se destruya en el buzón del que no le interese.
Música muda para los que no quieren oirla.
Cuentagotas de lengua para los que tienen poco que contar.
Cuentapalabras para los que hablan demasiado.
Saleros sin sal para hipertensos.
Abejas especiales que fabriquen miel para diabéticos.
Pimienta que no pique, ni mortifique.
Pedigüeños que no pidan, que den.
Militares que se puedan civilizar.
Cañones que disparen buenas intenciones.
Moscas que no mosqueen.
Mosquitos que piquen con buenas intenciones.
Sábanas con aire acondicionado para las noches de verano.
Conservadores de Sol para los días invernales.
Faja térmica con pilas para artrosis.
Libros en blanco para analfabetos.
Mesas parlantes para comensales solitarios.
Contraudífonos para los que no quieren oir.
Sábanas ilustradas para insomnes.
Almohadas con radio y despertador.
Relojes ciegos para sordos.
Colores chillones para pintores iracundos.
Colores con vaselina para pintores gays.
Gafas de colores, para ver la vida de color de rosa.
Gafas sin cristales para personas de pocas miras.
Bancos sin “culos” para los que no están cansados.
Sillones con ruedas y motor para gandules.
Caramelos dulces para bilis amargadas.
Bufandas cocidas para inviernos crudos.
Camisetas dobles para cabezones.
Botas con calefacción para invierno.
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